1. Introducción: Una revolución con aroma a clavel
Hay momentos en la historia en los que los símbolos más sencillos acaban representando los cambios más profundos. El 25 de abril de 1974, en Lisboa, un clavel rojo insertado en el cañón de un fusil se convirtió en la imagen que daría la vuelta al mundo: la de una revolución que derrocó una dictadura sin apenas derramar una gota de sangre. Como profesor de Historia, siempre me ha fascinado explicar a mis alumnos cómo una flor pudo convertirse en el símbolo de la libertad y cómo los tanques, en lugar de sembrar el terror, acabaron cubiertos de claveles y rodeados de ciudadanos que celebraban el fin de la dictadura más longeva de Europa.
El amanecer que cambió Portugal
La madrugada del 25 de abril de 1974 comenzó como cualquier otra en Lisboa. Los panaderos preparaban el pan del día, los primeros tranvías comenzaban a circular y los barrenderos limpiaban las calles de la capital portuguesa. Nadie podía imaginar que en pocas horas, aquella rutina cotidiana se transformaría en uno de los días más importantes de la historia de Portugal. A las 00:20 horas, la emisión de “Grândola, Vila Morena“, una canción prohibida de José Afonso, dio la señal que los militares conspiradores esperaban para poner en marcha la operación que acabaría con 48 años de dictadura.
Por qué esta revolución es única en la historia
¿Qué hace tan especial a la Revolución de los Claveles? A diferencia de otras revoluciones históricas, como la Francesa o la Rusa, marcadas por la violencia y el derramamiento de sangre, la portuguesa destacó por su carácter pacífico. Fue una revolución protagonizada por militares que, en lugar de usar sus armas para imponer el terror, las convirtieron en improvisados floreros. Este hecho, aparentemente anecdótico, representa una de las lecciones más importantes que nos ha dejado el siglo XX: el cambio social profundo no requiere necesariamente de violencia.
La fuerza de los símbolos en los cambios sociales
El clavel rojo no fue un símbolo planificado. Surgió de manera espontánea cuando Celeste Caeiro, una trabajadora del restaurante Franjinhas, empezó a repartir claveles entre los soldados que encontraba en su camino. Aquel gesto espontáneo se multiplicó rápidamente. Los claveles, que abundaban en Lisboa por ser temporada, pasaron de los puestos de flores a los fusiles de los soldados, transformando una operación militar en una fiesta popular. Este símbolo resume perfectamente la naturaleza de esta revolución: la unión entre el pueblo y los militares en su anhelo de libertad.
2. Portugal antes del 25 de abril
El peso de la dictadura más larga de Europa
Cuando hablamos del Estado Novo portugués, nos referimos a la dictadura más longeva de Europa occidental en el siglo XX. Instaurada por António de Oliveira Salazar en 1933, y continuada tras su muerte por Marcelo Caetano desde 1968, el régimen había conseguido mantener a Portugal en un estado de letargo político y social durante casi medio siglo. La dictadura se sostenía sobre tres pilares fundamentales: “Deus, Pátria e Família” (Dios, Patria y Familia), un lema que reflejaba su carácter conservador, nacionalista y tradicionalista.
La vida cotidiana bajo el Estado Novo
La vida diaria en el Portugal de Salazar y Caetano estaba marcada por el control y la censura. Los portugueses vivían bajo la vigilancia constante de la PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado), la temida policía política del régimen. Los periódicos llegaban a los quioscos con espacios en blanco, señal del paso del lápiz rojo de la censura. En las escuelas, los niños aprendían que Portugal era un “jardín plantado a orillas del mar”, una visión idílica que contrastaba con la dura realidad de un país empobrecido y atrasado.
Las conversaciones en los cafés eran cautelosas, siempre con la sospecha de que algún informador de la PIDE pudiera estar escuchando. Las mujeres tenían derechos limitados y necesitaban el permiso de sus maridos para trabajar o viajar al extranjero. La televisión y la radio emitían una programación controlada, y las canciones de protesta circulaban de manera clandestina en cintas de casete.
Las guerras coloniales y su impacto en la sociedad portuguesa
Desde 1961, Portugal se encontraba inmerso en una serie de guerras coloniales en África (Angola, Mozambique y Guinea-Bissau) que sangraban los recursos del país y enviaban a miles de jóvenes a luchar en conflictos cada vez más impopulares. Las familias portuguesas vivían con el temor constante de ver a sus hijos partir hacia África, de donde muchos no regresaban o lo hacían profundamente traumatizados. La guerra colonial se había convertido en una pesada losa que ahogaba las aspiraciones de desarrollo del país.
El descontento en los cuarteles
En los cuarteles, los oficiales de rango medio, especialmente los capitanes, comenzaron a mostrar su descontento. No solo por las condiciones de la guerra colonial, sino también por cuestiones profesionales: el régimen había creado una vía rápida de promoción para oficiales que no habían servido en África, lo que generó malestar entre quienes arriesgaban sus vidas en el frente. Este descontento profesional pronto se transformó en conciencia política, y los “capitanes de abril” comenzaron a reunirse clandestinamente para discutir no solo sus problemas profesionales, sino también la situación del país.
3. Los protagonistas del cambio
El Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA)
El MFA surgió inicialmente como un movimiento corporativo que buscaba defender los intereses profesionales de los oficiales de rango medio. Sin embargo, rápidamente evolucionó hacia posiciones políticas más amplias. Sus reuniones clandestinas, celebradas en lugares tan dispares como casas particulares o instalaciones militares, fueron forjando una conciencia política que iba más allá de las reivindicaciones profesionales. El movimiento comprendió que los problemas del ejército eran inseparables de los problemas del país: la dictadura, el atraso económico y la guerra colonial.
Los “capitanes de abril”
Entre los oficiales que lideraron el movimiento destacaron figuras como Otelo Saraiva de Carvalho, Vasco Lourenço y Salgueiro Maia. Estos “capitanes de abril” compartían una experiencia común: habían servido en África y habían visto de primera mano el sinsentido de la guerra colonial. Su juventud (la mayoría rondaba los treinta años) y su experiencia en el terreno les daban una perspectiva diferente de la realidad portuguesa. No eran generales de despacho, sino oficiales que conocían el sufrimiento de sus soldados y la realidad del país.
Otelo Saraiva de Carvalho y el plan “Viraje Histórico”
Otelo Saraiva de Carvalho fue el estratega militar de la revolución. Diseñó un plan meticuloso que se conocería como “Viraje Histórico”, aprovechando su conocimiento de la ciudad de Lisboa y su experiencia militar. El plan contemplaba la toma de puntos estratégicos de la capital con el mínimo uso de la fuerza. La clave era la rapidez y la coordinación: había que controlar los centros de poder antes de que el régimen pudiera reaccionar.
La sociedad civil en vísperas de la revolución
Mientras los militares conspiraban, la sociedad civil portuguesa mostraba signos cada vez más evidentes de descontento. Los estudiantes universitarios se manifestaban contra la dictadura, los trabajadores organizaban huelgas clandestinas y los intelectuales buscaban formas de burlar la censura. La canción de intervención, con autores como José Afonso, Adriano Correia de Oliveira y otros, se había convertido en la banda sonora de la resistencia. Portugal estaba maduro para el cambio, aunque pocos podían imaginar que llegaría de la mano de un grupo de capitanes y con claveles rojos como símbolo.
4. La madrugada del 25 de abril
Las señales: “Grândola, Vila Morena” suena en la radio
En la madrugada del 25 de abril, los locutores de Radio Renascença emitieron una canción aparentemente inocente. “Grândola, Vila Morena”, de José Afonso, comenzó a sonar a las 00:20 horas. Para la mayoría de los portugueses que escuchaban la radio a esa hora, era solo una bella canción prohibida. Para los militares del MFA, era la segunda señal que confirmaba el inicio de la operación. La primera había sido “E depois do adeus” de Paulo de Carvalho, emitida a las 22:55 del día anterior.
La elección de “Grândola” no fue casual. Sus versos “Grândola, vila morena / Terra da fraternidade / O povo é quem mais ordena / Dentro de ti, ó cidade” (Grândola, villa morena / Tierra de fraternidad / El pueblo es quien más ordena / Dentro de ti, oh ciudad) representaban perfectamente el espíritu de lo que estaba por venir.
La puesta en marcha del plan militar
Tras escuchar la señal, las diferentes unidades militares comprometidas con el MFA se pusieron en movimiento. El plan “Viraje Histórico”, diseñado por Otelo Saraiva de Carvalho, comenzó a ejecutarse con precisión militar. Las columnas de vehículos salieron de sus cuarteles en diferentes puntos del país, convergiendo hacia objetivos estratégicos previamente definidos.
Los militares rebeldes tenían claro su objetivo: tomar el control de los puntos neurálgicos de Lisboa sin derramamiento de sangre. Entre sus objetivos estaban:
- El Cuartel do Carmo, sede de la Guardia Nacional Republicana
- Los estudios de la Radio y Televisión portuguesa
- El aeropuerto de Lisboa
- Los ministerios clave
- Las sedes de los medios de comunicación
Las primeras horas en las calles de Lisboa
Lisboa amaneció aquel 25 de abril con el ruido inusual de vehículos militares. Los primeros madrugadores se encontraron con una escena sorprendente: tanques y camiones militares tomando posiciones en puntos estratégicos de la ciudad. La reacción inicial fue de desconcierto y cierto temor. Portugal había vivido intentos previos de golpe de Estado, pero este se sentía diferente desde el principio.
Los panaderos que preparaban el pan de la mañana, los conductores de tranvía que iniciaban su jornada, los barrenderos que limpiaban las calles… todos fueron testigos privilegiados de las primeras horas de la revolución. Muchos se acercaban cautelosamente a los soldados para preguntarles qué estaba sucediendo.
La reacción del gobierno de Marcelo Caetano
El gobierno de Marcelo Caetano fue tomado por sorpresa. Las primeras noticias del golpe llegaron al primer ministro a través de llamadas telefónicas apresuradas. Caetano, consciente de la gravedad de la situación, decidió refugiarse en el Cuartel do Carmo, sede de la Guardia Nacional Republicana, pensando que allí estaría seguro y podría organizar la resistencia.
Sin embargo, pronto quedó claro que el régimen estaba paralizado. La mayoría de las unidades militares o bien se habían unido al movimiento o permanecían en sus cuarteles sin intervenir. La maquinaria represiva del Estado, tan eficaz durante décadas, se mostraba impotente ante una revolución que venía del propio corazón del ejército.
5. Los claveles entran en escena
Celeste Caeiro: la florista que cambió la historia
En medio de la confusión de aquella mañana, una trabajadora del restaurante Franjinhas, Celeste Caeiro, se dirigía a su trabajo. El restaurante estaba cerrado debido a los acontecimientos, y su gerente había comprado claveles para regalar a los empleados en celebración de su primer aniversario. Celeste, con los claveles en la mano, comenzó a caminar por las calles de Lisboa.
Al encontrarse con los primeros soldados, en un gesto espontáneo que cambiaría la historia, comenzó a ofrecerles claveles. Los jóvenes militares, conmovidos por el gesto, colocaron las flores en los cañones de sus fusiles. Nadie podía imaginar que este simple acto se convertiría en el símbolo internacional de la revolución portuguesa.
Del Mercado de las Flores al cañón de los fusiles
El gesto de Celeste se multiplicó rápidamente. Era temporada de claveles y el Mercado de las Flores de Lisboa estaba lleno de ellos. Los ciudadanos comenzaron a comprar flores para regalárselas a los soldados. Los vendedores, contagiados por el ambiente festivo, empezaron a regalar sus claveles. En pocas horas, las armas de los soldados se habían convertido en improvisados floreros.
Este gesto espontáneo transformó completamente la atmósfera del día. Lo que había comenzado como una operación militar se convirtió en una celebración popular. Los claveles rojos, color que tradicionalmente simbolizaba la lucha por la libertad, dieron nombre a la revolución y la dotaron de un carácter único en la historia.
La transformación de una operación militar en fiesta popular
A medida que avanzaba la mañana, las calles de Lisboa se fueron llenando de gente. El miedo inicial se transformó en curiosidad y luego en celebración. Los lisboetas salían de sus casas para ver qué estaba sucediendo y se encontraban con una revolución diferente a cualquier otra: soldados con claveles en sus fusiles, tanques rodeados de ciudadanos que los vitoreaban, militares que explicaban sus intenciones a la población.
Los cafés, tradicionalmente lugares de conversaciones cautelosas por miedo a los informadores de la PIDE, se convirtieron en espacios de debate abierto. La gente compartía noticias, rumores y esperanzas. El ambiente era de fiesta y confraternización entre militares y civiles.
“Nunca olvidaré la imagen de aquel joven soldado”, recuerda María Conceição, que entonces tenía 20 años. “Estaba nervioso, con su fusil en la mano, pero cuando una señora mayor le dio un clavel, su rostro se transformó. Lo puso en el cañón de su arma y sonrió. En ese momento supe que algo extraordinario estaba sucediendo”.
João Silva, entonces conductor de tranvía, recuerda: “Aquella mañana fue diferente a todas. Los pasajeros hablaban entre ellos sin miedo, algo que no era habitual. Cuando pasamos cerca del Terreiro do Paço y vimos los tanques con claveles, la gente en mi tranvía comenzó a aplaudir. Algunos lloraban de emoción”.
6. El poder de las imágenes
Los tanques en el Terreiro do Paço
Las imágenes de los tanques ocupando el emblemático Terreiro do Paço, la plaza principal de Lisboa, dieron la vuelta al mundo. Pero no eran las típicas imágenes de tanques amenazantes que solían asociarse con los golpes de Estado. Estos tanques estaban rodeados de ciudadanos que los saludaban, les ofrecían café y colocaban claveles en sus cañones.
La plaza, símbolo histórico del poder en Portugal, se convirtió en el escenario de un acontecimiento único: una revolución donde los civiles no huían de los tanques, sino que los abrazaban. Las fotografías de aquel día muestran sonrisas, abrazos y una sensación general de alegría y esperanza.
Los claveles en los fusiles: nacimiento de un símbolo
Las fotografías de soldados con claveles rojos en sus fusiles se convirtieron en el símbolo universal de la Revolución portuguesa. Estas imágenes capturaban perfectamente la esencia de lo que estaba sucediendo: una revolución que transformaba instrumentos de guerra en portadores de esperanza y cambio pacífico.
La fuerza simbólica de estas imágenes era enorme: representaban la posibilidad de un cambio profundo sin violencia, la unión entre militares y civiles, y la transformación de un instrumento de muerte en soporte para una flor. El contraste entre el metal frío del fusil y la delicada belleza del clavel rojo creaba una metáfora visual perfecta de esta revolución única.
La rendición en el Cuartel do Carmo
Las imágenes de la rendición en el Cuartel do Carmo fueron otro momento crucial. La multitud se había congregado frente al edificio donde se refugiaba Marcelo Caetano. El capitán Salgueiro Maia, al mando de las fuerzas revolucionarias, mantuvo la calma y evitó cualquier derramamiento de sangre. Las fotografías muestran el momento histórico en que Caetano entrega el poder, “al capitán Maia”, como él insistió, “para que el poder no caiga en la calle”.
El papel de los medios de comunicación
Los medios de comunicación, liberados de la censura, jugaron un papel fundamental en documentar y transmitir los acontecimientos. Los fotógrafos y reporteros que cubrieron aquel día histórico captaron imágenes que se convertirían en iconos de la revolución. Las fotografías y filmaciones de aquel 25 de abril no solo documentaron el acontecimiento, sino que ayudaron a construir su narrativa como una revolución única y pacífica.
La toma de los estudios de la RTP (Radio y Televisión Portuguesa) permitió que las noticias de la revolución llegaran a todo el país. Las imágenes de la revolución, transmitidas en directo o casi en directo, permitieron que los portugueses fueran testigos del nacimiento de su libertad.
7. Las primeras 24 horas de libertad
La caída del régimen
Las primeras 24 horas tras la caída del régimen fueron un torbellino de emociones y acontecimientos. Tras la rendición de Marcelo Caetano en el Cuartel do Carmo, la noticia se extendió como la pólvora por todo Portugal.
El momento quedó inmortalizado en las palabras del capitán Salgueiro Maia: “Pueden retirarse tranquilos a sus casas. La situación está controlada y todo indica que este será nuestro día de victoria. Las Fuerzas Armadas tomaron el poder para darlo al pueblo”.
En las calles, la gente celebraba abrazándose, cantando y compartiendo historias. Los más ancianos lloraban recordando casi medio siglo de opresión, mientras los jóvenes imaginaban un futuro diferente. La alegría se mezclaba con la incredulidad: ¿era posible que 48 años de dictadura hubieran terminado en apenas unas horas?
La liberación de los presos políticos
Uno de los momentos más emotivos de aquel primer día de libertad fue la liberación de los presos políticos. Las puertas de la prisión de Caxias, símbolo de la represión del régimen, se abrieron para dejar salir a cientos de presos políticos. Las escenas fueron conmovedoras: familias que se reencontraban después de años, presos que salían cantando “Grândola, Vila Morena”, ciudadanos que aplaudían y abrazaban a los liberados.
Los testimonios de aquel momento son estremecedores. Manuel Santos, preso durante tres años por distribuir panfletos contra la guerra colonial, recuerda: “Cuando se abrieron las puertas, no podíamos creerlo. Había gente esperándonos con claveles. Algunos ni siquiera eran familiares nuestros, eran simplemente portugueses celebrando la libertad”.
El fin de la censura: los periódicos del día después
La mañana del 26 de abril, los portugueses se despertaron con periódicos completamente diferentes. Por primera vez en casi medio siglo, los diarios se publicaban sin pasar por el lápiz rojo de la censura. Los titulares gritaban la libertad recién conquistada:
- “O POVO VENCEU!” (¡El pueblo venció!) – República
- “O FIM” (El fin) – Diário de Lisboa
- “PORTUGAL É DO POVO” (Portugal es del pueblo) – Diário Popular
Los periodistas, liberados de las restricciones, escribían con una mezcla de euforia y responsabilidad. Muchos periódicos publicaron páginas en blanco, simbolizando todos los artículos que la censura había prohibido durante décadas.
Las primeras celebraciones populares
Las celebraciones espontáneas se extendieron por todo el país. En Lisboa, la Plaza del Rossio se convirtió en el epicentro de la fiesta popular. La gente cantaba las canciones antes prohibidas, especialmente “Grândola, Vila Morena”, que se convirtió en el himno no oficial de la revolución.
En los barrios populares, los vecinos organizaron comidas comunitarias en las calles. Los cafés se mantenían abiertos hasta altas horas de la noche, llenos de gente discutiendo los acontecimientos y soñando con el futuro. Como recuerda António Figueira, dueño de un café en el Bairro Alto: “Aquella noche nadie quería irse a casa. Todos querían compartir este momento histórico”.
8. Los cambios inmediatos
La disolución de la PIDE/DGS
Uno de los primeros objetivos de los revolucionarios fue desmantelar la PIDE/DGS, la temida policía política del régimen. La sede de la PIDE en la Rua António Maria Cardoso se convirtió en escenario de tensión cuando algunos agentes se resistieron a rendirse, produciendo los únicos disparos mortales de la revolución.
La disolución de la PIDE significó mucho más que el fin de un cuerpo policial: representaba el desmantelamiento del aparato represivo que había mantenido el régimen durante décadas. Los archivos fueron confiscados, aunque muchos documentos fueron destruidos en las últimas horas. Miles de informantes y colaboradores quedaron expuestos, generando situaciones tensas en muchas comunidades.
El regreso de los exiliados
En los días y semanas siguientes al 25 de abril, Portugal vivió el regreso emotivo de miles de exiliados políticos. Figuras como Mário Soares, futuro presidente de la República, y Álvaro Cunhal, líder histórico del Partido Comunista, volvieron a su país tras años de exilio.
Los aeropuertos y estaciones de tren se convirtieron en escenarios de reencuentros emocionantes. Familias que habían estado separadas durante años se reunían por fin. Los exiliados traían consigo no solo sus experiencias personales, sino también ideas y perspectivas que enriquecerían el debate político en el nuevo Portugal democrático.
Las canciones prohibidas vuelven a sonar
La música, que había sido una forma de resistencia durante la dictadura, se convirtió en la banda sonora de la libertad. Las radios comenzaron a emitir las canciones antes prohibidas:
- “Grândola, Vila Morena” de José Afonso
- “Venham Mais Cinco” de Zeca Afonso
- “O que faz falta” de Sérgio Godinho
- “Trova do vento que passa” de Adriano Correia de Oliveira
Las tiendas de discos no daban abasto para satisfacer la demanda de música de intervención. Los cantautores, antes perseguidos, ahora daban conciertos multitudinarios. La música se convirtió en un símbolo de la libertad reconquistada.
La transformación de la vida en las calles
La vida cotidiana experimentó cambios inmediatos y profundos. Las conversaciones en los cafés ya no necesitaban ser susurradas, los vendedores de periódicos pregonaban titulares sin miedo, y las paredes se llenaron de carteles y pintadas políticas. La gente comenzó a reunirse libremente en las calles y plazas, organizando debates improvisados sobre el futuro del país.
Los cines comenzaron a proyectar películas antes censuradas, los teatros preparaban obras prohibidas, y las librerías exhibían en sus escaparates libros que hasta entonces habían estado ocultos en trastiendas.
9. El despertar de la sociedad civil
Los movimientos sociales toman las calles
La sociedad civil portuguesa, reprimida durante décadas, despertó con una energía extraordinaria. Surgieron múltiples movimientos sociales que abordaban diferentes aspectos de la vida portuguesa:
- Movimientos vecinales que reclamaban mejoras en los barrios
- Organizaciones de mujeres que exigían igualdad de derechos
- Sindicatos que emergían de la clandestinidad
- Grupos culturales que promovían el arte y la cultura libre
Las calles se convirtieron en espacios de debate y acción política. Cada día traía nuevas manifestaciones, asambleas y reuniones públicas.
Las primeras manifestaciones legales
El 1º de Mayo de 1974 fue especialmente significativo: por primera vez en casi medio siglo, los trabajadores portugueses pudieron celebrar legalmente el Día del Trabajo. Más de medio millón de personas se reunieron en Lisboa en una manifestación histórica. Las imágenes de aquella marea humana dieron la vuelta al mundo, mostrando la vitalidad de la recién estrenada democracia portuguesa.
El papel de los estudiantes
Los estudiantes, que habían sido uno de los sectores más activos en la resistencia contra la dictadura, jugaron un papel fundamental en las primeras semanas de la revolución. Las universidades se convirtieron en centros de debate y activismo:
- Se organizaron asambleas para discutir la reforma educativa
- Se crearon grupos de alfabetización para adultos
- Se formaron brigadas culturales que llevaban el arte y la cultura a zonas rurales
- Se establecieron conexiones con movimientos estudiantiles internacionales
La revolución en los barrios populares
Los barrios populares vivieron una verdadera transformación. Se formaron comisiones de vecinos que tomaban en sus manos la gestión de múltiples aspectos de la vida comunitaria:
- Organizaban guarderías autogestionadas
- Creaban centros culturales y bibliotecas populares
- Mejoraban las infraestructuras básicas
- Establecían clínicas comunitarias
La participación popular alcanzó niveles sin precedentes. Como recuerda Maria Antónia, vecina del barrio de Chelas: “Por primera vez sentimos que podíamos decidir sobre nuestras vidas. Ya no esperábamos a que otros resolvieran nuestros problemas, nos organizábamos y los resolvíamos nosotros mismos”.
10. El Proceso Revolucionario en Curso (PREC)
Los gobiernos provisionales
El período que siguió al 25 de abril de 1974 fue uno de los más apasionantes y complejos de la historia portuguesa contemporánea. Como profesor de Historia, siempre me ha fascinado explicar a mis alumnos cómo Portugal vivió, entre abril de 1974 y noviembre de 1975, una época de transformación tan profunda que llegó a conocerse como el PREC (Proceso Revolucionario en Curso). Durante estos diecinueve meses, el país tuvo seis gobiernos provisionales, cada uno reflejo de las tensiones y esperanzas de una sociedad en plena metamorfosis.
El primer gobierno provisional, presidido por Adelino da Palma Carlos, intentó navegar las turbulentas aguas de una revolución que apenas comenzaba. En las calles de Lisboa, los debates políticos se mezclaban con las celebraciones. Los cafés, antes lugares de conversaciones susurradas, se convirtieron en verdaderos foros de discusión política. Como recordaba Manuel Silva, dueño del histórico Café Nicola: “De repente, mi café se convirtió en una especie de parlamento informal. Militares, estudiantes, obreros y profesores debatían durante horas sobre el futuro del país”.
Las nacionalizaciones
El 14 de marzo de 1975, conocido popularmente como el “Viernes santo revolucionario”, Portugal vivió uno de los momentos más significativos del PREC. Aquel día, el gobierno provisional nacionalizó la banca y las compañías de seguros.
Para comprender la magnitud de este acontecimiento, basta escuchar el testimonio de António Ferreira, entonces cajero del Banco Espírito Santo: “Llegué al banco aquella mañana como cualquier otro día. De repente, entró un grupo de militares con el decreto de nacionalización. En cuestión de horas, todo cambió. Los antiguos directores abandonaron sus despachos y se formaron comisiones de trabajadores. Era como si el mundo se hubiera puesto del revés”.
La nacionalización de la banca desencadenó un efecto dominó en la economía portuguesa. Los grandes grupos industriales, las compañías de transportes, las empresas de electricidad, todos fueron pasando a manos del Estado. Este proceso transformó radicalmente no solo la estructura económica del país, sino la vida cotidiana de millones de portugueses.
La reforma agraria
En el sur de Portugal, especialmente en la región del Alentejo, la revolución tomó un cariz especialmente intenso con la reforma agraria. Durante generaciones, esta región había estado dominada por grandes latifundios donde los trabajadores agrícolas vivían en condiciones de semi-servidumbre. La revolución cambió todo esto de manera radical.
María do Carmo, hija de trabajadores agrícolas del Alentejo, recuerda aquellos días con emoción: “Mi padre llegó a casa una noche de abril de 1975 con una luz diferente en los ojos. ‘Hemos ocupado las tierras del señorito’, nos dijo. ‘Ahora vamos a trabajar para nosotros mismos’. Aquella noche, por primera vez en mi vida, vi a mi padre llorar de alegría”.
Las ocupaciones de tierras transformaron el paisaje social del Alentejo. Se crearon cooperativas agrícolas, se mecanizó el trabajo del campo, se introdujeron nuevos cultivos. La dignidad llegó por fin a una región históricamente marcada por la pobreza y la desigualdad.
Los conflictos sociales y políticos
El PREC no fue un camino de rosas. Las diferentes visiones sobre el futuro de Portugal chocaban constantemente en las calles, en los medios de comunicación y en las instituciones. José Cardoso, entonces profesor de instituto en Oporto, lo describe vívidamente: “En la sala de profesores teníamos discusiones apasionadas. Algunos defendían un socialismo radical, otros preferían una socialdemocracia al estilo europeo. A veces las discusiones eran tan intensas que teníamos que recordarnos que todos éramos compañeros”.
11. La revolución en la vida cotidiana
Del miedo a la libertad: cambios en las relaciones sociales
La caída de la dictadura transformó profundamente la manera en que los portugueses se relacionaban entre sí. El miedo y la desconfianza, tan arraigados durante el Estado Novo, fueron dando paso a nuevas formas de convivencia. Pero la libertad, como descubrieron muchos portugueses, también requería aprendizaje.
Teresa Almeida, entonces una joven profesora, recuerda: “En las primeras reuniones de profesores después del 25 de abril, muchos compañeros no se atrevían a hablar. Teníamos libertad, pero el hábito del miedo era tan fuerte que costaba superarlo. Poco a poco, fuimos aprendiendo a expresar nuestras opiniones sin temor”.
La transformación de la educación
Las escuelas se convirtieron en laboratorios de democracia. Los viejos retratos de Salazar desaparecieron de las aulas, los libros de texto se reescribieron, y las relaciones entre profesores y alumnos cambiaron radicalmente. Como profesor, viví personalmente esta transformación. Recuerdo especialmente las primeras asambleas escolares, donde estudiantes y profesores debatíamos juntos sobre cómo queríamos que fuera nuestra escuela.
Un momento especialmente emotivo fue la llegada de las brigadas de alfabetización a las zonas rurales. Jóvenes estudiantes universitarios viajaban a pueblos remotos para enseñar a leer y escribir a los adultos. Carlos Duarte, entonces estudiante de medicina, participó en estas brigadas: “Nunca olvidaré la cara de Joaquina, una mujer de sesenta años, cuando escribió su nombre por primera vez. Me dijo: ‘Ahora ya puedo escribir cartas a mi hijo que está en Francia'”.
Los cambios en el papel de la mujer
La revolución trajo consigo una verdadera revolución en la vida de las mujeres portuguesas. Helena Vaz, que en 1974 tenía 30 años, lo resume así: “Antes del 25 de abril, necesitaba el permiso de mi marido hasta para trabajar. De repente, todas esas restricciones desaparecieron. Podíamos abrir una cuenta bancaria, viajar solas, decidir sobre nuestras vidas. Era como si nos hubieran quitado una jaula invisible”.
En los lugares de trabajo, las mujeres comenzaron a ocupar puestos antes reservados a los hombres. En las universidades, las estudiantes ya no tenían que justificar su presencia. En los hogares, las relaciones comenzaron a ser más igualitarias, aunque este fue quizás el cambio más lento y difícil.
La revolución en los medios de comunicación
Los medios de comunicación vivieron su propia revolución. El fin de la censura transformó completamente el periodismo portugués. Miguel Santos, entonces un joven periodista del “Diário de Lisboa”, lo recuerda así: “El primer día que escribí sin pensar en el censor fue una experiencia increíble. Era como si las palabras fluyeran libremente por primera vez. Podíamos por fin llamar a las cosas por su nombre”.
12. El fin del imperio colonial
El proceso de descolonización
La descolonización fue quizás el proceso más complejo y dramático de la revolución. Portugal tenía que desmantelar un imperio de cinco siglos en cuestión de meses. António Ferreira, entonces oficial del ejército en Angola, recuerda aquellos días: “Teníamos que organizar una retirada ordenada, proteger a los civiles, negociar con los movimientos de liberación. Todo al mismo tiempo y con el reloj corriendo en nuestra contra”.
El retorno de los “retornados”
El fin del imperio provocó uno de los mayores movimientos de población en la historia europea de posguerra. Cerca de medio millón de portugueses tuvieron que abandonar las colonias y regresar a un país que muchos apenas conocían. Manuel Silveira, que llegó de Mozambique con su familia en 1975, recuerda: “Llegamos a Lisboa con dos maletas y muchos sueños rotos. Habíamos dejado atrás toda una vida. Pero Portugal estaba cambiando, y nosotros cambiaríamos con él”.
La llegada de los retornados, aunque inicialmente creó tensiones, acabó enriqueciendo enormemente a la sociedad portuguesa. Trajeron consigo nuevas ideas, experiencias empresariales y una visión más cosmopolita del mundo.
La transformación de Portugal en un país europeo
El fin del imperio obligó a Portugal a reinventarse. De ser un país que durante siglos había mirado hacia sus colonias, Portugal comenzó a verse como un país europeo moderno. Este cambio de mentalidad no fue fácil, pero resultó fundamental para el futuro del país. Como me dijo una vez un viejo profesor: “Portugal tuvo que perder un imperio para encontrarse a sí mismo”.
La revolución de los claveles no solo derrocó una dictadura; transformó profundamente la sociedad portuguesa. Los cambios que trajo consigo, aunque a veces contradictorios y difíciles, pusieron las bases del Portugal moderno que conocemos hoy.
13. La consolidación democrática
Proceso Revolucionario en Curso
El verano de 1975 fue un momento decisivo para el futuro de Portugal. Después de más de un año de revolución, el país se encontraba en una encrucijada. Como profesor de Historia, siempre he considerado fundamental que mis alumnos comprendan este período para entender la Portugal actual. Las tensiones entre diferentes visiones del futuro del país alcanzaron su punto álgido durante aquellos meses calurosos.
António Silva, entonces periodista del “Diário de Notícias”, recuerda aquellos días con viveza: “Lisboa era un hervidero de manifestaciones, contra-manifestaciones y rumores de golpes de Estado. Por la mañana cubrías una manifestación de trabajadores exigiendo más nacionalizaciones, por la tarde una concentración de pequeños agricultores del norte protestando contra la reforma agraria. La revolución parecía estar en una encrucijada”.
La Constitución de 1976
La aprobación de la Constitución de 1976 marcó un momento fundamental en la consolidación democrática portuguesa. El texto constitucional, que sigue vigente aunque con modificaciones, refleja el espíritu revolucionario de aquellos años. Manuel Jerónimo, que participó en la Asamblea Constituyente, lo recuerda así: “Queríamos crear una constitución que no solo garantizara las libertades básicas, sino que también preservara las conquistas sociales de la revolución. Fue un ejercicio de equilibrio entre idealismo y pragmatismo”.
La nueva Constitución establecía un sistema democrático parlamentario, pero mantenía un papel especial para las Fuerzas Armadas a través del Consejo de la Revolución. Este compromiso reflejaba la peculiar naturaleza de la transición portuguesa: una revolución iniciada por militares que debía transformarse en una democracia civil.
Las primeras elecciones democráticas
El 25 de abril de 1976, exactamente dos años después de la revolución, Portugal celebró sus primeras elecciones presidenciales democráticas en medio siglo. María Helena Costa, entonces una joven votante de 21 años, recuerda aquel día: “Fui a votar con mi padre. Él tenía lágrimas en los ojos. Me dijo: ‘Hija, esta es la primera vez en mi vida que voto libremente’. Fue un momento que nunca olvidaré”.
Las elecciones consolidaron un sistema multipartidista donde las fuerzas moderadas ganaron predominancia. El Partido Socialista, liderado por Mário Soares, y el Partido Social Demócrata se convirtieron en los principales actores políticos, estableciendo las bases para una democracia estable de tipo occidental.
La normalización de la vida política
La “normalización” de la vida política portuguesa fue un proceso gradual. Teresa Almeida, profesora universitaria, reflexiona: “Pasamos de la revolución permanente a la construcción paciente de una democracia moderna. Algunos lo vivieron como una traición a los ideales revolucionarios, otros como un necesario regreso a la normalidad. La verdad es que Portugal necesitaba encontrar su propio camino”.
14. El impacto internacional
Influencia en la Transición española
Como profesor español, siempre me ha parecido fascinante analizar cómo la Revolución de los Claveles influyó en la Transición española. Manuel Fraga, entonces embajador en Londres, escribió en sus memorias: “Portugal nos mostró lo que podía suceder si no controlábamos el proceso de cambio”. La revolución portuguesa actuó como un espejo en el que España se miraba, a veces con esperanza, a veces con temor.
Los españoles seguían los acontecimientos portugueses con especial atención. Las noticias que llegaban del país vecino alimentaban tanto las esperanzas de los demócratas como los temores de los franquistas. Carmen Martín, entonces estudiante en Madrid, recuerda: “Leíamos ávidamente las noticias sobre Portugal. Era como una ventana al futuro que deseábamos para España, aunque nuestro camino acabaría siendo muy diferente”.
La “tercera ola” de democratizaciones
La Revolución de los Claveles inauguró lo que el politólogo Samuel Huntington llamaría la “tercera ola” de democratizaciones. Portugal demostró que era posible transitar de una dictadura a una democracia de forma relativamente pacífica. Este ejemplo tendría un profundo impacto en los procesos de democratización que seguirían en Grecia, España y, más tarde, en América Latina.
José Manuel Santos, historiador portugués, lo explica así: “Portugal abrió un camino. Demostró que los militares, tradicionalmente vistos como guardianes de regímenes autoritarios, podían ser agentes de cambio democrático. Este fue un mensaje revolucionario que resonó en muchos países”.
Portugal como ejemplo de transición pacífica
La particularidad de la transición portuguesa reside en su carácter inicialmente revolucionario que, sin embargo, desembocó en una democracia estable. Fernando Rosas, destacado historiador de este período, señala: “Portugal demostró que una ruptura radical con el pasado no es incompatible con la construcción de una democracia moderna. Las conquistas sociales de la revolución no impidieron la consolidación de un sistema democrático pluralista”.
El efecto dominó en el sur de Europa
La caída de la dictadura portuguesa tuvo un efecto dominó en el sur de Europa. En Grecia, la dictadura de los coroneles cayó pocos meses después. En España, la muerte de Franco en 1975 abrió paso a la Transición. António Costa Pinto, especialista en historia contemporánea, reflexiona: “El sur de Europa vivió una primavera democrática que comenzó en Lisboa. La revolución portuguesa demostró que el cambio era posible y deseable”.
15. La memoria de la Revolución
Los lugares de la memoria
Hoy, casi cincuenta años después, la Revolución de los Claveles ha dejado su huella en el paisaje urbano de Portugal. El Largo do Carmo, donde Marcelo Caetano se rindió, se ha convertido en un lugar de memoria. El antiguo cuartel de la PIDE es ahora un museo. Las paredes de Lisboa aún conservan murales que recuerdan aquellos días revolucionarios.
María Antunes, guía turística en Lisboa, comparte: “Cuando llevo a grupos al Largo do Carmo, siempre hay un momento de emoción cuando explico que aquí, en esta plaza tranquila, cambió la historia de Portugal. Los más mayores a veces lloran, los jóvenes se sorprenden de que una revolución pudiera ser tan pacífica”.
La celebración del 25 de abril hoy
El 25 de abril sigue siendo una fecha fundamental en el calendario portugués. Cada año, la Avenida da Liberdade de Lisboa se llena de gente que celebra la libertad con claveles rojos en la mano. António Martins, que tenía 20 años en 1974, reflexiona: “Cuando veo a los jóvenes celebrar el 25 de abril, me emociono. Ellos no vivieron la dictadura, pero entienden la importancia de preservar la libertad”.
Las celebraciones combinan la memoria histórica con las preocupaciones actuales. Los claveles rojos siguen siendo un símbolo de libertad y democracia, pero cada generación reinterpreta su significado a la luz de los desafíos contemporáneos.
El legado en las nuevas generaciones
¿Cómo viven las nuevas generaciones el legado de la Revolución de los Claveles? Esta es una pregunta que me hago a menudo como profesor. Carolina Silva, estudiante de 18 años, ofrece una perspectiva interesante: “Para nosotros, el 25 de abril no es solo historia, es un recordatorio de que la democracia no está garantizada, hay que cuidarla y defenderla cada día”.
Las escuelas portuguesas dedican especial atención a este período, conscientes de su importancia para entender el Portugal actual. Los testimonios de quienes vivieron la revolución se recogen y preservan, creando puentes entre generaciones.
Reflexiones finales: lecciones de una revolución pacífica
Como historiador y profesor, creo que la Revolución de los Claveles nos ofrece lecciones valiosas para el presente. Demostró que el cambio profundo es posible sin violencia, que los símbolos más sencillos pueden transmitir los mensajes más poderosos, y que la libertad, aunque difícil de construir, es el más valioso de los bienes.
La revolución portuguesa nos recuerda que la democracia no es un regalo, sino una conquista que requiere cuidado y atención constante. Los claveles rojos que florecieron aquel 25 de abril nos siguen recordando que, a veces, los sueños de libertad y justicia pueden hacerse realidad de la manera más inesperada y hermosa.
Quizás la lección más importante sea que la historia no está escrita de antemano. Como les digo a mis alumnos, fueron personas comunes -militares hartos de la guerra, trabajadores que soñaban con una vida mejor, estudiantes que anhelaban la libertad- quienes cambiaron el curso de la historia portuguesa. Y lo hicieron con claveles en lugar de balas, con esperanza en lugar de odio, con determinación pacífica en lugar de violencia.
Hoy, cuando nuevos desafíos amenazan las democracias en todo el mundo, la Revolución de los Claveles nos recuerda que otro mundo es posible, y que la libertad, como los claveles, puede florecer incluso en los lugares más inesperados.
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